Sin revolución, pulido
Antes mencionábamos lo que significó el primer DMC, y es evidente que las cosas han cambiado. En la actualidad ya no ocupa una posición igual de destacada en el género, es más, podría señalarse fácilmente a God Of War (GoW) como el título que actualmente está en cabeza. El gran despliegue que esta cuarta parte hace arropada por el poderío de las nuevas consolas, hace que DMC no quede mal en la comparación. Su aspecto, que recuerda poderosamente a las entregas tridimensionales de Castlevania que DMC inspiró, perpetúa errores tradicionales de mecánica de los que GoW sí se supo librar. Hablamos fundamentalmente de cuestiones de enfoque, una traba clásica que tenía su lógica cuando todavía no se dominaba el manejo de las 3D, y que ahora a pesar del esfuerzo invertido y a pesar de la desaparición gradual de diversos elementos cuando podrían obstaculizar nuestra visión, sigue topándose de bruces con escenas en que nos enfrentamos posicionados al revés de como deberíamos estar con enemigos que no entran en pantalla. Y eso a pesar del stick reservado para control de cámara (inútil cuando las escenas cuentan con un enfoque estático).
No obstante este es un fallo menor explicable por lo dinámico de sus luchas, donde los combos que vamos aprendiendo (amén de adquiriendo en tiendas cuando incrementamos nuestras habilidades, esta vez con opción de devolverlas para nuevas compras) se encadenan con rapidez y espectacularidad. Volviendo aquí a la comparación con GoW, quizá DMC por la elección tomada en cuanto al nivel de dificultad tiene algo de machacabotones. Sí, es importante aprender acciones elementales y combinarlas según la situación, pero en determinados momentos la frenética pulsación no parece todo lo sensible a la habilidad que debiera, y sí más enfocada a la espectacularidad.
El tercer tanto respecto a Kratos y su GoW lo constituyen los videos y diálogos, más contenidos y mejor ubicados nuevamente a favor del espartano. En Capcom han hecho una excelente labor en su realización que daría para una buena película del gusto de los admiradores de los largos relatos, pero llega a hacerse extensa en algunos tramos para los inquietos y enemigos del culebrón. Aun así, afortunadamente son suprimibles para quienes sientan que lo suyo es la acción, y que por eso han optado por este juego en concreto.
Una opción de nivel
A pesar de estos matices, que no dejan de ser un halago por juzgar a DMC como título puntero y en comparación con los más grandes, la atmósfera, realización, lo acertado de los ritmos rockeros mientras desplegamos nuestro repertorio de golpes, el gran efecto ya tradicional de combinarlos con tiros a distancia y la nuevo inclusión del extraño poder que tiene nuestro protagonista en su brazo, son toda una descarga de adrenalina. Los puzzles quedan algo anecdóticos en una descompensación intencionada, pero la exploración sigue siendo valiosa por los lujosos decorados góticos en que nos movemos y que se ganan nuestra atención y nos meten en un fascinante mundo de sombras.
El porcentaje de misiones (aunque franca minoría), en que volvemos a tomar a Dante como protagonista llegará además al corazón de sus fans. Él inició esto y tiene su importante responsabilidad en una historia que quizá no ocupe el lugar más alto del podio pero sí tiene un puesto destacado en el, gracias a que esta cuarta entrega ha sabido estar a la altura de las circunstancias.