Tiene en cada una de las generaciones de Nintendo, una entrega a la que se le queda corto el calificativo de juego. Imposible pretender meter en termino tan trivial una cantidad igual de magia y aventura, imposible conciliar bajo esa palabra tantas situaciones con nombre propio, vividas únicamente bajo la estela de esta saga.
Para todos aquellos 'involucrados', para los que habéis perdido el sueño, para los que lo habéis encontrado, para quienes un día hallasteis un lugar mejor en el que sentiros realizados, para los que lo conseguisteis, para los que superasteis esa última prueba, vencisteis y tras salir a un mundo exterior donde no os miraban con el respeto debido ante tamaña gesta superada, decidisteis volver a meteros. Para vosotros, que sabéis que esto no es solo entretenimiento, vosotros que sabéis que hay algunas pequeñas marcas que se sienten antes, durante y después, en fases equivalentes a la larga espera ante el título prometido, los destellos en que la certeza os ilumina en el 'durante' y podéis saber qué estáis viviendo, cómo de grande es ese concreto suceso, y esa tercera fase cuando, aventura superada mediante, mirando hacia detrás, podéis ser conscientes de qué vivisteis, qué fue aquello que en nombre de otro , en otro universo paralelo donde hay quien dice que todo se arma a base de bits, de ceros y unos, os hizo poderosos sientiendo todo de lo que erais capaces.
Aquí estamos con este símbolo, tratando de diferenciarlo del resto, tratando de explicar qué hace que un Zelda haya sido siempre algo especial. Esa sensación que te da cuando vas a una fuente de expectación, la disfrutas, y finalmente te queda sólo la nostalgia. Ya ha pasado, ya he superado esos momentos épicos, de sucesión de retos superados, de mística, de alegría, de pena e incluso de ternura, pero sobre todo de la fuerza de levantar la espada y apuntar a los cielos, recibir su fuerza y volver una vez más, ya poderosos, a por el maldito enemigo al que seguro que vamos a ganar. Seguro por el mero hecho de ser el elegido. Porque todo se ha parado a nuestro alrededor para rematar la jugada.
Todo esto debe sonar raro a un profano. Todo esto es lo que pasa por la cabeza de uno de tantos convencidos 'Link' , ese entrañable, heroico e infantil protagonista de una de las partidas más grandes jamás jugadas.
El juego
Cuidar los detalles, mimar el producto. Y si un día se convierte en juego de culto, participar a la hora de rendírselo. Esta parece la filosofía Nintendo en cuanto a algunos de sus nombres, y seguro que en este caso es donde mejor se puede utilizar. Tan característica ambientación de luchas de otro tiempo, es apropiada como pocas para sembrar ese entorno histórico en el que han participado los seguidores del juego a lo largo de varios años. Con tonadillas conocidas readaptadas para la situación, la música ejerce de aliada definitiva para logarlo. De ahí que si se comienza hablando de un joven guerrero conocido como "Héroe del Tiempo" que un día salvó al reino de un terrible villano, sea fácil saber de quién se habla. Y ahora, demasiados años después, ante el mismo problema, todos desesperan buscando algún nuevo indicio de su retorno...
Ahí comienza nuestra aventura, de la mano de un mozalbete que en el día de su cumpleaños, cuando se le entrega el traje verde en honor al legendario héroe, se ve abocado a una aventura en que deberá ir creciendo en habilidades y madurez, armándose poco a poco y conociendo -y dándonos a conocer- qué ha pasado en todo este tiempo. Relacionándonos con varios poblados, con una gran cantidad de tribus de las más variadas razas en que resolveremos sus problemas alimentando fama, ganando aliados y en definitiva haciendo camino al enemigo final, iremos descubriendo cada uno de los matices de un engine gráfico de anime tradicional. Lo logrado por el aparentemente plano trazo de los dibujos, descubre un cúmulo de expresiones y ambientaciones que se mueven con fluidez de acuerdo con lo que pida la situación, o lo que deba mostrar cualquier protagonista por su gesticulación. El innovador trabajo relaciona mejor los carácteres individualizables de los distintos personajes, en un auténtico despliegue de labor de detalle, de pulir la puntilla que para algunos pasará desapercibida al lograr un natural ejercicio de dibujos animados que calza a la perfección con la temática de Zelda.
Con este incentivo visual, introducirnos en las distintas cavernas, desplazarnos de isla a isla por nuestro nuevo método de viaje -en una simpática barca parlante- y ver discurrir la original trama, es igual de sugerente o más que en Ocarina of Time (y los usuarios de Nintendo 64, comprenderán lo arriesgado de la afirmación). Para el recuerdo quedarán luego escenas de encuentros, descubrimientos de amables personajes y escenarios fantásticos a los que difícilmente no querremos caer otra vez, aún conocedores del final al cual nos ha llevado la ya tradicional disposición de introducción, nudo, amago de desenlace, nudo y definitivo desenlace, instrumento para mantener aún más la concentración y hacer que Link vuelva a llevar la paz al reino de Hyrule, y a alimentar una fama que sus particulares habitantes nunca olvidarán. Ni los que vivimos aquí afuera.