A los tintes roleros, hay que sumarle una buena dosis de accción, puzzles y plataformas
Como ya sucedió con su predecesor, el Crystal Chronicles de Game Cube, el Ring of Fates no es un Final Fantasy al uso. Para lo bueno y para lo malo. Conserva muchos de los elementos clásicos de cualquier RPG (como la evolución de los personajes, equipación de armas y magias varias; y la exploración de pueblos y grandes mazmorras). Todo esto, sumado a una gran dosis de acción, puzzles y plataformas que aportan mucho al conjunto global de este cartucho.
La dinámica del título es muy sencilla y engancha desde el primer momento: exploración de pueblo en pueblo, con sus consiguientes mazmorras, en las que esperan ansiosos los monstruos de turno para ser destruidos. Rompiendo con los clásicos Final Fantasy, en Ring of Fates se acabaron los combates por turnos. En este juego son en tiempo real, como también lo fueron en otra gran creación de la franquicia Square-Enix, el Kingdom Hearts. Eso sí, las batallas incluyen sus pequeños tintes roleros como diversas magias o la experiencia adquirida. A medida que transcurren las horas y los combates, iremos adquiriendo habilidades, así como distintos compañeros que nos ayudarán en la aventura.
A estos personajes los podremos manejar, e investigar todo lo que pueden ofrecernos. También es interesante conocer todas sus habilidades y combinar los ataques con los demás compañeros de aventuras. La interactividad con los demás protagonistas se presenta como un elemento clave para superar los combates más complicados y para avanzar en algunas partes del juego.
Ring of Fates podemos jugarlo solos o bien en modo cooperativo con tres amigos más. Cada usuario controla a un protagonista de una raza distinta (están todos muy bien equilibrados) y deberán ayudarse y complementarse para superar los puzzles y los combates que se presenten.
A pesar de todas estas premisas, llega un punto en el que la mecánica del programa se queda sin nada más que ofrecer y las últimas horas de juego pueden resultar monótonas, especialmente a los más versados, y con el único aliciente de indagar más en la historia.
Una historia arquetípica, pero que engancha
Partiendo de la poco original premisa de dos inocentes mellizos sobre los que recae la responsabilidad de salvar el mundo –Yuri y Chelinka-, el argumento se desarrolla con una historia más que aceptable, aunque también un tanto arquetípica, que hace llevadero el cartucho. La personalidad de los protagonistas sí que está mucho más cuidada que la historia en general. No es raro encontrarse con que al final más de uno se ha encariñado con alguno de estos carismáticos personajes. También ayuda a esta caracterización la inclusión de voces en las escenas más importantes, así como las siempre agradecidísimas escenas en CGI.