Pronto descubriremos que la residencia donde nos alojamos es en realidad el cuartel general de la SEES, una organización clandestina de muchachitos visionarios que se dedican a la caza de Sombras. Nos explicarán que sólo algunos humanos son capaces de ver este dantesco espectáculo nocturno y tienen la posibilidad de erradicarlo, mientras el común de los mortales duerme plácidamente. Para luchar contra estas alimañas, cada miembro de la organización tiene el poder de invocar una especie de “alma protectora”, que recibe el nombre de Persona. El toque freak no falta, ya que para encomendarse a estos ángeles de la guarda, los chavales deben pegarse un tiro en la cabeza -eso sí, con un arma “especial” que no mata-, gesto cafre que generó polémica en la sociedad oriental.
Un control facilón e innovaciones en el género
El desarrollo de la historia es lento al comienzo, pues transcurre bastante tiempo -días, en el juego- hasta que encontramos algo de acción. Sin embargo, apreciamos el sencillo manejo, al que enseguida nos hacemos sin los típicos y cansinos tutoriales. Katsuna Hashino, jefe del proyecto, ha bebido de la propia fuente de R&D1, rescatando elementos de algunos de sus anteriores juegos de éxito y sabiendo combinarlos con otros nuevos. Así, Hashino ha parido una hábil mezcolanza tomando el puro género RPG y añadiendo unos tintes de simulador social. Prueba de ello es que, además de batallar en frenéticos combates, acompañaremos a nuestro personaje en su vida cotidiana, -yendo al instituto, relacionándolo con sus compañeros, respondiendo a las preguntas de clase,…- en la que tendremos que incubar habilidades que luego servirán para incrementar la potencia de sus futuras Personas.
Peleas, ricas y variadas
Una vez que nos hemos metido en harina, podemos comprobar la gran riqueza plástica de los combates. La pega es que cada miembro del equipo va a su bola y no nos está permitido ordenar sus ataques; pero, en contrapartida, se halla la ventaja de que nuestro personaje es el único que puede obtener varios tipos de Persona que, combinados entre sí, dan lugar a otros distintos. Así, investigaremos las infinitas posibilidades de las que dispone el pequeño héroe peliazul. Durante la lucha, contamos también con la teleasistencia de la jefa del comando, que nos informará sobre el estado del equipo, el tipo de enemigo, sus condiciones, y puntos débiles, con el propósito de aconsejarnos sobre la estrategia hacia la que orientar la contienda. Esto cubre la cuota mínima de tutoriales del videojuego, pero su fluidez y utilidad evita que lo consideremos como tal.
¡Viva la cultura del manga!
En el apartado artístico, es donde más se percibe que la creadora nipona derrocha profesionalidad por los cuatro costados, demostrando con creces la maestría de la que presume el país de la animación. Shigenori Soejima se ha encargado de la dirección artística, luciéndose en el diseño y la producción tanto de los gráficos como del sonido –y en una acertada asociación de ambos-. Los personajes desprenden un realismo muy logrado en cada uno de sus movimientos, enmarcados en minuciosos escenarios de ensueño. El mismo Miyazaki (La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro), padre del surrealismo animado japonés, se asombraría con los ya citados cortes espectaculares de anime que, salpicados por una impecable banda sonora, constituyen pequeñas piezas dignas de colección.
Resumen: gran calidad, con un pero...
El detalle que nos deja peor sabor de boca, es que desgraciadamente el juego no está ni traducido, ni doblado al castellano, y no somos demasiado amigos del inglés -aunque se requiere un nivel muy básico para su comprensión-. Además, el bajo precio de la edición española -41,95 euros- contribuirá a que más de uno se acerque a su tienda habitual.
Persona 3 podría erigirse como la principal alternativa a la imprescindible saga Final Fantasy para la "negra" de Sony, concebida como una atrevida propuesta experimental de un universo todavía virgen, junto a un renovado concepto del clásico juego de rol. Nos mantendrá enganchados hasta terminarlo y aún querremos más.