No van a servir estas líneas para ilustrar al lector menos informado de todas las cosas que pueden suceder en el universo de Liberty City, la versión digital de NY que Rockstar ha creado en GTA IV. Hablamos del lector menos informado porque el que sepa lo justo de esta serie y sea usuario habitual de videojuegos no tendrá tiempo para leer estas líneas, salvo que la línea que separa realidad y ficción se haya venido definitivamente abajo, y pueda leernos en una edición virtual publicada en Liberty City. Y eso porque a estas alturas estará encerrado, jugando sin descanso, al que es sin duda juego del año, y que ha dejado a un nivel obscenamente elevado el reto de atacar su posición. De hecho habría que recomendar a editores y desarrolladores que lo olviden, que si quieren hacer algo verdaderamente grande que se centren en otros géneros pero que lo del juego con ambiciones de recrear un universo va a dar siempre con una comparación desafortunada. GTA es GTA. Entendedlo.
Para quien quiera saber en profundidad todo lo que se cuece en esta cuarta parte, les recomendamos que se hagan con la guía oficial de GTA IV que estos días ha editado PROEIN, sin duda una forma de llegar a saber hasta qué punto esto es asombrosamente grande, y de sacarle todo el rendimiento en el caso caso de que deambular a nuestro libre albedrío haciendo turismo (salvaje) por la ciudad no sea suficiente. Para el lector habitual de otras secciones que se haya pasado por curiosidad y dude si probar la experiencia, nos limitaremos a recoger algunas de las impresiones que esta entrega nos sugiere a medida que nos va absorbiendo más y más. Luego explicamos cómo hemos logrado desengancharnos.
Welcome to the City
Introducción breve, golpeando desde el principio a lo políticamente correcto. El tono es adulto, el juego para mayores de 18 años. Ahí el guión empieza a revelarse como lo que en el cine se consideraría una película de culto por la cohesión de su mundo, la solidez de sus diálogos y la riqueza de sus personajes. Y no, no estamos exagerando: la historia, medida al límite en tiempos para que no nos agobie e incluso para que podamos saltar las introducciones a personajes y misiones si no tenemos el día paciente, está cuidada tanto como cualquier otro aspecto en un producto privilegiado.
Nuestro protagonista Niko llega a la ciudad como inmigrante desde Europa del Este, y su primo, el fantasioso Román, le recibe en lo que debería ser la mansión playboy administrando fortunas, pero resulta ser un hediondo apartamento donde descansa de su vida vulgar acuciada por las deudas. Nuestro planteamiento de vida nueva y fácil, olvidando el turbio pasado del protagonista, se viene entonces abajo, y sin lanzarse a la fácil violencia injustificada, se nos presenta como un camino en que la necesidad de supervivencia es la guía y referencia moral.
Pero el momento magistral en GTA llega lógicamente apartado de cuestiones cinéfilas, en el punto que el videojuego ha logrado lo que ambicionó históricamente y que GTA III ya alcanzó en su momento. Solo que aquí se perfecciona, y nos deja en un término donde ya sólo se puede soñar con universo sea plenamente explotable, donde cada puerta y cada personaje con que nos encontremos desvele una nueva realidad. Algo que aquí no llega tan lejos, pero sí nos permite la sensación de que la ciudad nos da para una vida entera, de que siempre hay cosas por hacer y que podemos hacerlas cómo y cuando queramos.