Nunca hizo falta ser un gran aficionado a los títulos de conducción, ni tan siquiera a los videojuegos. Mario Kart (MK) apareció un día para hacer de las carreras en Super Nintendo algo alocado, cómico y vibrante, desarrollando una habilidad que iba más allá de la forma de tomar las curvas y en que la suerte, y algo parecido a la malicia, daban con un desarrollo apasionante, divertido como pocos e ideal para competir entre varios jugadores.
Su aspecto desenfadado y la utilización de items surgidos del universo de Mario y que alteraban de manera radical el curso de la competición, lo convirtieron en una referencia que ha sabido mantenerse en todas sus entregas para cada una de las consolas de Nintendo. Y ahora llega uno de los momentos de mayor expectación, con Wii como una consola que tiene el éxito como castigo y que ha acercado al videojuego a un público poco habitual y que acogerá con lógica naturalidad a un título acostumbrado a recibir a jugadores “casual”. Por si fuera poco aporta la alianza de su conexión on-line y el wiimando -convertido para la ocasión en volante- como el argumento definitivo para su repercusión.
Qué hay de nuevo viejo
Quizá sea interesante referirse a la que ha sido una de las cosas que a MK pronto se le ha querido echar en cara. Sus escasas necesidades de potencial gráfico por temática e innecesario realismo, probablemente no exigían ninguna revolución de aspecto, pero hay quien ve preocupantes parecidos entre la versión que nos ocupa y su precedente en Gamecube. No se trata aquí de hablar de nuevo de la tibia apuesta técnica de Wii en lo que a gráficos revolucionarios se refiere, más cuando la comparación de versiones se ha hecho con tanta desidia como para contrastar solo imágenes de los circuitos de Gamecube. Porque resulta que esa es otra de las características que parecen querer hacer de esta entrega una especie de Mario Kart definitivo: que entre sus múltiples escenarios hay una recopilación de varios clásicos de SuperNintendo, Nintendo 64, Gameboy Advance o el citado cubo, algunos más adaptados y otros menos, y los de Gamecube lógicamente se parecen. Pero las reclamaciones de mayor exhibición gráfica nos hacen preguntarnos qué tipo de revolución esperaban algunos, posiblemente inspirados por la demostración de un Mario Galaxy que no tenía que manejar estas velocidades en competición ¿acaso alguien buscaba un Gran Turismo?
Vale que los nuevos circuitos podían haber dado más de sí y que algunos resultan poco imaginativos, que quizá se ha tratado de solventar esta carencia buscando la recopilación. Pero tras muchas partidas, la variedad nos parece más que suficiente.