Diversión a máxima potencia
Digámoslo ya: pocas cosas tan divertidas hemos probado en mucho tiempo como este Mario Kart. Porque sus carreras a un solo jugador, aunque se inicien con una dificultad muy escasa que parece hecha para no tirar atrás a todos aquellos que hayan caído en la wii víctimas de la moda (para que no se frustren al competir por primera vez) ya te atrapan. Entonces vas a por sus diferentes niveles (estructura típica: las copas, los 3 motores...) y te metes en sus diferentes tipos de vehículos (con opción de derrape automático o manual con turbo, y sí, incluyendo motos que corren más en las rectas y menos en las curvas), tratas de perfeccionar las piruetas para ganar un empuje extra, y todo mientras te haces al empleo asombrosamente certero del volante.
Solo con esto nuevamente estábamos ante el juego ideal tanto para echar unas partidas de minutos como para dedicarle una tarde. Algo que probablemente no sea tanto un mérito suyo como una herencia de sus precursores.
Lo que sucede en ese punto es que hay algo que fue definitivo desde el inicio de esta saga, el modo multijugador. Hacer diabluras con los items es algo muy emocionante pero mucho más cuando van enfocadas a un rival de carne y hueso.
Entonces... ¿y si nuestros rivales vinieran de cualquier lugar del mundo? ¿y si compi-tiéramos por una clasificación enfrentándonos a gente de diferentes países, conocidos o no, con opción de unir a nuestros amigos y batallar todos contra todos o en equipos?
Pues sencillamente estaríamos ante lo más grande que Mario Kart podía brindarnos, y que Nintendo había practicado en DS tras un mal intento en Gamecube empleando adaptadores de red local.
En esta ocasión, la culminación está a la altura de lo que cabía esperar de una consola con tanto potencial de público y jugabilidad, llevando el límite de 4 jugadores de DS a 12 que hacen las partidas mucho más plenas (y resolviendo mucho mejor el tema de los abandonos).
Los “miis” (esos personajillos planos configurables desde el menú principal de la wii) tienen pleno sentido, la forma en que asistimos a la formación de la parrilla con recolección de participantes por todo el mundo (o por nuestro continente si lo queremos limitar ahí) nos introduce en una experiencia de la que es difícil salir. Y cuando a un juego sólo puedes reprocharle que te haya hecho cancelar todos los planes de la tarde para pasar una de las más divertidas en mucho tiempo, es que algo funciona terriblemente bien, por encima de remates técnicos más o menos impresionantes.