En su reciente visita a España y en alguna que otra entrevista, Kojima hablaba sobre la presión “positiva” que supone la creación del capítulo culminante de Metal Gear Solid, probablemente el último que veamos teniendo a Solid Snake como protagonista (al menos sin tirar de precuelas), donde se deja notar cada minuto invertido en su desarrollo. Aquejado de una prematura vejez imposible de frenar, Solid sorprende al jugador con su avejentado aspecto a pesar de que ni las arrugas ni el pelo canoso pueden evitar que volvamos a sentirnos como en casa en un emotivo capítulo repleto de reencuentros, con Otacon dando paso a un auténtico veterano del ejército americano como el coronel Campbell, quien actualmente dirige una organización bajo el auspicio de las naciones unidas. Cuando Liquid es localizado en oriente medio el coronel pide a Snake que trate de localizarlo y acabar con el de una vez por todas, finiquitando de paso -en teoría- una serie que ha calado como pocas en la historia del videojuego.
El gran logro de Kojima en Metal Gear solid 4 ha sido encajar piezas de forma magistral, inundando el transcurso de sus partidas de recuerdos, flashback y guiños al jugador con que revivir grandes momentos. Este detalle no deja de ser un pequeño hándicap para los que se introduzcan en esta entrega, limitados a disfrutar de un gran título de acción e infiltración pero sin reconocer a ciertos enemigos o personajes relevantes a lo largo de su historia.
Antes de adentrarnos en esta experiencia recomendamos a todos los “nuevos” la adquisición de Metal Gear Solid 2 y 3 (aún son fáciles de encontrar para PS2) y del primer Metal Gear, disponible para Psone y también para GameCube en una versión con mejoras gráficas y novedades jugables (alguna de las cuales no acabaron de gustar a los más puristas, como la posibilidad de utilizar la vista en primera persona para disparar que se utilizó por primera vez en Metal Gear Solid 2).
Bajo un aspecto técnico difícil de describir, la jugabilidad, la infiltración y la recompensa para el usuario más paciente siguen formando la esencia de Metal Gear. Las novedades en cuanto al planteamiento van mucho más allá del esperado subidón gráfico tras una tercera entrega que ya dejó el listón realmente alto. “No place to hide”, un eslogan que el propio Hideo utilizó cuando se dio a conocer el desarrollo de este capítulo, es ahora una explicación muy clara de la situación a la que vamos a enfrentarnos. Introducido de forma magistral y sorprendente, el camino hasta Liquid pasa por un mundo en guerra donde las corporaciones militares forman ya pequeños ejércitos privados y donde Snake tendrá que cumplir su misión pase lo que pase a su alrededor. Los rebeldes están en continuo combate frente a las corporaciones, compensando su peor equipación y preparación con ataques continuos en oleadas, por lo que la mayor parte del tiempo la pasaremos entre ráfagas de ametralladoras, explosiones o francotiradores que acribillan a combatientes de ambos bandos.