Mucho se ha hablado de la influencia del cine y los videojuegos, de las dos corrientes dentro de este último sector que priorizan espectáculo en una vertiente y jugabilidad en la otra. En esa dualidad, el título que nos ocupa muestra escasos complejos a la hora de decidirse.
Inicialmente, en la toma de contacto, la cosa parece que va a ir por otros derroteros. Una vista de la ciudad, objetivos que perseguir, ciudadanos que hacen su vida a nuestro alrededor... quien conserve GTA en las retinas se dará de bruces contra la realidad. Y contra los más variados obstáculos que impiden que vayamos a cualquier dirección fuera de la establecida.
No es esta obvia linealidad encarrillada a un argumento lo único que refuerza la idea de que estamos siendo espectadores de lujo limitados a participar con mayor intensidad de la aventura. Los combates con acciones preasignadas (muy espectaculares, eso sí), en que tendremos que presionar la tecla que nos indica la pantalla en mitad de una pelea (o intercambio de tiros, persecución, etcétera), siendo un recurso conocido se aleja de la función secundaria de God Of War y cobra un papel de importancia para permitirnos avanzar o quedarnos con las ganas. Hasta los extremadamente veteranos recordarán los tiempos de Space Ace o Dragons Lair, si bien entonces nadie nos decía qué debíamos apretar ni en qué momento, pero en aquella época todo valía.
Aparte, un guardado automático que archiva cualquier mínimo avance y que nos permite volver sobre nuestros pasos cuando hayamos caído aniquilados (y por si fuera poco nos permite tanto subir como bajar la dificultad constantemente) supone la puntilla a la hora de clasificar al producto como algo próximo a la película interactiva.