Espectáculo eficaz
No obstante, y a pesar de que como antes decíamos se han vertido ríos de tinta sobre el tema, Bourne no es una mala propuesta por el hecho de lanzarse abiertamente a la espectacularidad. Incluso que ésta sea tan mecánica en varios momentos (con escenas prefabricadas en que nuestra participación es escasa) se puede sobrellevar gracias a que su elaboración mantiene el ritmo y la historia conserva todo su atractivo. Además, su argumento incorpora respecto a la película la opción de ahondar en el pasado de Bourne de tal manera que, compartiendo inicio, nos lleva a sus flashbacks en lo que daría para una precuela.
En cada tramo las acciones que hemos de llevar a cabo se nos anuncian con claridad y los objetivos, con nuestra función de “instinto” de por medio, no suponen un gran enigma ni implican búsqueda alguna enloquecedora. En su lugar estamos constantemente ante una excusa para la aparición de personajes con los que daremos tortas y más tortas (de eso va) hasta que empecemos a pertrecharnos de armamento y se inicie la fase de los tiros.
Esta afición a los intercambios de golpes tiene un papel muy importante. Entre sus batallas cobran especial protagonismo las mencionadas escenas automatizadas -tecla correcta de por medio- y que permiten supuestas interacciones con el escenario (aunque es nuestro protagonista quien se lo guisa y se lo come). El estilo daría para un beat-em'up (Final Fight, Double Dragon... ya saben) e incluso podía haberse formulado con los modernos planteamientos donde Kratos es el maestro, pero en su lugar se enfoca más al uno contra uno con un modo de operar bastante simple y en el que deberemos preocuparnos de cuál es el momento correcto para repartir (según cómo bombata el enemigo) y cuando deberemos cubrirnos. Ah, y cuando la 'adrenalina' lo permita, nueva escena automatizada y leña al enemigo.
Conviene subrayarlo: a pesar de estos rasgos que tienden a asfixiar la jugabilidad y a hacer el avance algo ortopédico y cuadriculado, Bourne consigue atrapar más de lo previsible por sus varios recursos. Algo meritorio cuando no logra equilibrar su apuesta ocasional por el sigilo para avanzar, cuando es fácil tener problemas de visibilidad en mitad de tiroteos cruzando las puertas, y cuando Metal Gear anda por ahí sacando pecho con sus propios rasgos marca de la casa. Pero vistos los respectivos planteamientos, hay que concluir que hablamos de, simplemente, películas diferentes. Y esta vive del ritmo que sabe imponer y de la demostrada atracción que ejerce su historia, haciéndose merecedora de su nombre.